Textos : Aztra, ¡Crimen que avergüenza! |
|
---|---|
“…Esa mañana -18 de Octubre 1977- los trabajadores del Ingenio Azucarero Aztra, se tomaron las instalaciones del Ingenio exigiendo el cumplimiento del contrato colectivo, que estipulaba el pago del 20 % del alza del precio del azúcar.
La dictadura, congraciándose con los Noboa, los Valdez, los Ponce Luque, subió el quintal del 220 a 300 sucres… Entre tanto, el Gerente General de Aztra, Coronel (r) Jesús Reyes Quintanilla, enterado de la huelga, mantuvo contactos con el Ministro de Trabajo, Coronel (r) Jorge Salvador y Chiriboga; con el de Gobierno Bolívar Jarrín Cahueñas; con el Gerente de la Corporación Financiera Nacional, Alberto Quevedo Toro y con el triunviro, General Guillermo Durán Arcentales. Con una agilidad sorprendente, el mismo día el Subsecretario de Trabajo, doctor Arturo Gross C., declaró la huelga ilegal y pidió al Coronel Bolívar Jarrín Cahueñas que “disponga lo que el departamento de su digno cargo estime legal”. Jarrín Cahueñas inmediatamente envío una comunicación al Comandante General de Policía, Alberto Villamarín Ortiz, en la que textualmente manifestó: “agradeceré a usted, se digne disponer, se proceda al desalojo inmediato de los trabajadores de dicho ingenio que se encuentran apoderados de la fábrica impidiendo su normal desenvolvimiento”. A las 5 de la tarde llegó de Babahoyo a La Troncal el destacamento las Peñas, compuesto por 100 policías fuertemente armados al mando del Mayor Eduardo Díaz Galarza. En el interior del ingenio se encontraba el Mayor Lenin Cruz, conocido elemento represivo, al mando de una dotación policial que desde días atrás se encontraba custodiando las instalaciones. Las fuerzas represivas estaban dispuestas y en seguida se ejecutó la masacre. Un tal Teniente Viteri, megáfono en mano, les concedió dos minutos para que los trabajadores, mujeres y niños abandonen el lugar. El único sitio de escapatoria constituía una pequeña puerta, que bien podría compararse con una puerta de dormitorio…Por ahí debían salir 2000 personas… y en dos minutos. Los trabajadores replicaron con vivas a la huelga y se aprestaron a resistir con sus machetes, pero los policías armados con lanzabombas, metralletas, fusiles, bombas de mano y garrotes, arremetieron brutalmente. Con alevosía y premeditación dispararon y golpearon a los hombres y niños obligándoles a lanzarse al profundo canal de riego, donde muchos, ya heridos, perecieron ahogados. Fruto de esta acción perecieron más de cien personas. A las ocho de la noche, el Mayor Díaz comunicó a sus superiores que la “orden había sido cumplida a cabalidad”. El crimen había sido consumado…” - Tomado de: Masacre de Aztra: Perdón y olvido por: Eduardo Tamayo G. Publicado en el Semanario Punto de Vista Nº 241, 20-10-1986, Quito- Ecuador. La noticia del asesinato a más de 100 personas entre mujeres niños y obreros del Ingenio Aztra, recorrió el país y el mundo en pocos minutos, como llama indignando conciencias, como llama enardeciendo aun más los corazones solidarios con todas y todos, quienes nos identificábamos con el dolor y la sed de justicia por este crimen horrendo. Otra espina de vergüenza para nuestro país; otra raya de salvajismo y opresión para los dictadores, sus gorilas matones y la voraz burguesía beneficiaria cómplice; otra página de oprobio a la justicia, a la ausencia de equidad, a la inconsecuencia de las cortes y jueces de nuestra patria. Un grupo de jóvenes en Tulcán, recibimos esta noticia como bofetada, como insulto personal y no íbamos a quedarnos de brazos cruzados, había que responder con dignidad y solidaridad de manera contundente, a pesar de las botas rondando, a pesar de los delincuentes con placa del SIC (Servicio de Investigación Criminal) pesquisando. La indignación por esta represión criminal, había levantado puños y gritos de censura en todo el país; la dictadura había declarado Emergencia Nacional, para cubrir sus crímenes y reprimir los brotes innumerables de protesta y condena. Herederos orgullosos de esa rebeldía infinita carchense, de un pueblo gallardo y digno, reunimos pronto, los pocos sucres que nos permitirían comprar una matriz de mimeógrafo, redactamos una proclama incendiaria de protesta y condena a esta afrenta a la vida, a esta agresión criminal a las humildes familias de los zafreros de La Troncal, agresión que la recibíamos como propia, con las familias humildes de la nación entera. Encontramos en una Institución un temeroso amigo, que finalmente ante nuestra insistencia decidió permitirnos el acceso a un mimeógrafo (uno de los pocos que habían en la ciudad), al que casi asaltamos para imprimir todas las hojas que alcanzamos a reunir y salimos a repartirlas por toda la ciudad; para que sepa la dictadura que su crimen no fue perfecto, que por el contrario fue grotesco, torpe, injusto a más no poder; que los asesinos triunviros y sus títeres empezando por el sicario Jarrín Cahueñas, los policías: Gral. Villamarín, Mayor Díaz, hasta el tonto útil Tnte. Viteri, estaban identificados y los íbamos a condenar a pesar de los jueces y las cortes, que siempre van a encontrar comprador de sus oficios, con los que detentan el poder. Los que dicen que hacen “inteligencia” o persecución (que no cambian, no importa a quien sirvan), no tardaron también en nuestro Tulcán, en ponerse a buscar a los responsables de aquella proclama, -es que habíamos dejado muchas pistas- sin embargo no consiguieron localizarnos, al final resultó que no fueron tan “inteligentes”… La respuesta condenatoria masiva que desbordó fronteras, sacudió hasta la torpe izquierda electorera, que había callado creyendo ilusos, en maniatarse por el “retorno democrático”, abonando también por su pasividad, la complicidad de la paz de los sepulcros, que le urgía a la dictadura asesina y condenando con su anquilosamiento a que nuestro pueblo deba escoger entre la espada y la pared. Es que la dictadura había decidido o más exactamente cumpliendo los dictámenes del Imperio: dar paso al “retorno democrático” amarrado, manipulado y estas organizaciones inconsecuentes de “izquierdosos”, curanderos sociales y reformistas de toda cepa, emborrachados por la campaña electorera, no hicieron sino, agachar la cabeza ante los crímenes de la dictadura, cómplices por omisión de la impunidad que a esta hora de nuestra Historia, los mancha de sangre obrera y los ubica donde siempre estuvieron: en la basura, mendigando espacios a la Partidocracia, a los patrones, negociando sumisos con aquellos que los excluyeron y patearon siempre. Pero para quienes comprometimos nuestra juventud y muchos años de nuestras fuerzas a buscar mejores días para las mujeres y hombres de nuestra Patria, que han entregado y entregan sus vidas construyendo riqueza para otros, ese compromiso no ha cambiado, porque los objetivos no se han cumplido: La Patria nueva para todos, es aun una quimera; la justicia sigue vendiéndose al mejor postor; la equidad es una utopía con la que juegan diputados, asambleístas, presidentes, alcaldes, comisarios y una larga lista de etcéteras; la burguesía como camaleón, sigue encontrando títeres útiles para mantener sus privilegios e intereses. Esta parecería otra proclama, como la que hicimos hace 34 años con los compañeros y entrañables amigos: Ruth, Silvio, Iván, Patricio, Marcia que ahora se llama María, el Bladi, los 4 Luís, la Bebita, Arturo, Susana, María Elena, pero sobre todo quiere ser una ayuda memoria, para seguir ajustando cuentas a la injusticia; para levantar una nueva condena a este crimen que tiene 34 años envejeciendo y muchos payasos en campaña; 34 años de humillante impunidad y muchos demagogos imprimiendo sus discursos con la sangre de los mártires de Aztra; 34 años en que ya casi hemos olvidado y no nos importa los nombres de los burgueses dueños de Aztra, que por incrementar sus arcas, decidieron apropiarse de la sangre y sudor de los cientos de obreros, que hacen la riqueza en la zafra, en el Ingenio; 34 años que han transcurrido con los asesinos frotándose las manos pensando que consiguieron un crimen perfecto, pero desde Durán Arcentales, Jarrín Cahueñas, Villamarín Ortiz, Díaz Galarza, el tonto Viteri, Reyes Quintanilla, Salvador y Chiriboga, Quevedo Toro, Arturo Gross y los que cumplieron las órdenes de disparar, escoria de la sociedad que deben ser condenados y señalados en honor a la memoria de esas más de cien vidas cortadas… 34 años después, el azúcar ecuatoriano tiene un sabor amargo, irritante, que solamente un ajuste de cuentas con la verdad, con limpiar nuestra historia de tantos crímenes y abusos con los que los sectores económicos dominantes, se han servido para acrecentar sus arcas mientras empobrecían galopantemente a las mayorías; SÍ, cuando recuperemos la memoria y condenemos a los criminales sueltos, aunque hayan muerto, sólo entonces nuestra azúcar recuperará la dulzura y nuestros zafreros la alegría y tranquilidad. ¡Está tu ira reverberando como la nuestra? Entonces circula esta condena por esas vidas sesgadas por los asesinos de la Dictadura Militar Ecuatoriana, responsable de las acciones nefastas para los obreros de Aztra y sus familias, el 18 de Octubre de 1977, fecha de vergüenza para todos los ecuatorianos que tenemos conciencia. ¡Hasta cuando Carajo! La historia de nuestros pueblos está empedrada de crímenes sin sancionar y lo que es peor sin investigar; se puede afirmar que no hay producto de nuestra región que no esté salpicado por sangre y sufrimiento de nuestra gente... |
Poeta
|