Poemas : Para tu boca |
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Para formar tan hermosa
esa boca angelical, hubo competencia igual entre el clavel y la rosa, la púrpura y el coral. Mintiendo sombras del bien, en ella el mal se divisa, por lo que juntos se ven ya la apacible sonrisa, ya el enojoso desdén. Y en los senos abrasados engendra con doble holganza, o con tormentos doblados, cada risa una esperanza, cada desdén mil cuidados. Cual las conchas orientales en tu boca, y por vencerlas muestra en riquezas iguales, cuando desdeña, corales, y cuando sonríe, perlas. Y si con sombras de bien tal vez el mal se divisa, es porque en ella se ven guardar la miel de su risa las flechas de su desdén. Si a mí su rigor alcanza, al ver su hermosura, siente el corazón doble holganza; y aunque un desdén me atormente, déme una risa esperanza. ¡Bien haya la dulce boca, que sólo sus frescos labios el aura pasando toca; que haciendo el ámbar agravios, su miel a gustar provoca! ¡Oh, bien haya cuando ufana dando enojos a la rosa, muestra su cerco de grana, fresca como la mañana, como el azahar olorosa! Y si acaso dulcemente suelta plácida congojas, ya es el rumor del ambiente, ya el susurro de las hojas, ya el murmurar de la fuente. Si alegres sones respira, las aves del prado encanta; y si a vencerlas aspira, con las que gimen, suspira; con las que gorjean, canta. Tu miel, aroma y colores, rinde en amante oblación, flor, ante cuyos primores, mustias é inútiles flores las flores del valle son. El néctar más regalado deja que de amores loco beba en tu labio abrasado; para una abeja es sobrado lo que para muchas poco. ¡Mas ah!, que vertiendo quejas, me esquivas tu dulce miel; en vano de una te alejas si ves que miles de abejas poblando van el vergel. ¡Ay de la rosa encarnada, que en su seno de carmín niega a una abeja la entrada! Tantas la acosan al fin, que queda sin miel, y ajada. ¡Ay de las cándidas flores, si alzan su capullo tierno del estío a los ardores! ¡Ay del panal si el invierno lo hiela con sus rigores! Dame los gustos sin tasa, pues ves que el sol estival las tiernas flores abrasa; mira que amarga el panal cuando de sazón se pasa. Ríndete a mí placentera: no te rinda con agravios de abejas la turba fiera: que herir esos dulces labios herirme en el alma fuera. De ese tesoro las llaves dame, y sus dones ardientes libaré en besos suaves, sin que lo canten las aves, ni lo murmuren las fuentes. |
Poeta
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bello poema, buenas rimas.