Poemas : Canción |
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El sol sus alas replegó luciente,
y la noche callada el manto oscuro en luengo cerco derramó sombría. Vierten los astros su fulgor doliente, y entre las sombras se destaca puro, remedo incierto de la luz del día. ¡Tal de la suerte mía la luz brilla insegura entre la niebla oscura! Ahora, pues, bajo el nocturno manto muestras daré de mi desdicha extrema; y cual presagio del famoso canto que a alzar me impele inspiración suprema, ¡rompa el acerbo llanto que mis entrañas reprimido quema! Auras, volad, y de fragancia henchidas templad el fuego que mi frente abrasa, mansa flotando en invisible giro. Entre las nubes, con fragor hendidas, su virgen luz, cual transparente gasa, mece la luna que extasiado admiro. Me parece que miro a sus tibios reflejos vagar allá a lo lejos cual húmedo vapor de hedionda tumba, de Napoleón la sombra venerada; y cuando ronco el aquilón retumba la vaga esfera de la luz turbada, ¡me parece que zumba en torrente de sangre desatada! ¡Sombra execrable! Maldecida sombra que levantó para asentar su trono de humanos cuerpos funeral montaña! El manto azul del cielo por alfombra creyó tender en su rabioso encono, y ahogó rugiendo su impotente saña. Soldados, dijo, España nuestra esclava se vea, un muro en ella sea de insepultos cadáveres alzado que llene de terror a las naciones. Luego a rumor del atambor doblado se alzó el muro, rodaron tus pendones, y en él viste apilado el magnífico tren de tus legiones. Al ver su oprobio aterrador el Sena turbio en las rocas con sonoro estruendo bate furioso la revuelta frente, cual herida serpiente que la arena escarba airada, y con silbar horrendo en vano aguza el venenoso diente. ¡Tirano, muge hirviente, cuán cara fue a la Francia tu funesta arrogancia! Y al repetir este rumor, tonante la última esfera de los cielos toca, y embravecido, hinchado, ondisonante, con cuanto encuentra sin concierto choca y se arrastra bramante con brusco murmurar de roca en roca. ¡Ay! Del cañón al fúnebre estampido que el bronco trueno imita, cuando alado, asorda el aire en revoltoso vuelo; y al revolar del humo esparcido que en las alas del aura reclinado viste de luto el encendido cielo; aferradas al suelo las víctimas gloriosas, que ha poco victoriosas Independencia y libertad gritaron, se vieron sin defensas maniatadas. Y al ¡ay! de muerte que después lanzaron, sus cadenas, de púrpura manchadas, a la faz arrojaron del sangriento Murat pulverizadas. Contra vuestro poder la tiranía en vano desató su furia brava, que al sentir vuestro esfuerzo soberano, la vil corona, que adornó algún día con una flor cada nación esclava, se marchitó en las sienes del tirano. Todo el linaje humano su carroza triunfante iba a hollar rechinante, cuando opusisteis a su fiera saña vuestro ardor cabe el lento Manzanares, a sus huestes gritando: ¡Gente extraña, dad un adiós a vuestros patrios lares; sólo saldréis de España surgiendo el fondo de sangrientos mares! ¡Salve, cenizas! ¡Salve, oh ricas prendas! que humedezca dejad, restos sagrados, con lloro estéril vuestras frías losas. Jamás os faltarán verdes ofrendas, o no tendrán en sus floridos prados ni laureles abril ni el mayo rosas. ¡Perdón, sombras gloriosas si mi lira naciente no os canta dignamente! Con el llanto sus cuerdas empapadas sordas vibran confusa melodía. ¡Si no fuisteis por mí, sombras amadas, loadas con dulcísima armonía, al menos sí cantadas con toda la efusión del alma mía! |
Poeta
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buen poema.