Poemas : Parábola de la inconstante |
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Antes cuando me hablaba de mí misma, decía:
Si yo soy lo que soy y dejo que en mi cuerpo, que en mis años suceda ese proceso que la semilla le permite al árbol y la piedra a la estatua, seré la plenitud. Y acaso era verdad. Una verdad. Pero, ay, amanecía dócil como la hiedra a asirme a una pared como el enamorado se ase del otro con sus juramentos. Y luego yo esparcía a mi alrededor, erguida en solidez de roble, la rumorosa soledad, la sombra hospitalaria y daba al caminante -a su cuchillo agudo de memoria- el testimonio fiel de mi corteza. Mi actitud era a veces el reposo y otras el arrebato, la gracia o el furor, siempre los dos contrarios prontos a aniquilarse y a emerger de las ruinas del vencido. Cada hora suplantaba a alguno; cada hora me iba de algún mesón desmantelado en el que no encontré ni una mala bujía y en el que no me fue posible dejar nada. Usurpaba los nombres, me coronaba de ellos para arrojar después, lejos de mi, el despojo. Heme aquí, ya al final, y todavía no sé qué cara le daré a la muerte. |
Poeta
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triste poema