Poemas : Romance de la niña cordobesa |
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En su vecindad el tiempo
parece que no corriera, pues el invierno es verano, y el otoño, primavera: Las noches se vuelven días, los días no tienen fecha, y cuando el sol se termina parece que el sol empieza. Sus ojos siempre lejanos a pesar de su presencia (porque miran de muy lejos aunque miren de muy cerca) son dos pájaros oscuros, desterrados de la tierra: Uno se llama nostalgia y otro se llama tristeza. Las mañanas y las tardes de Córdoba son más bellas que las del resto del mundo porque las frente las sueña; y las noches de los otros (para mí no puede haberlas) han aprendido su oficio en la de su cabellera. Su voz es como el arroyo pensativo de la tierra, que dulcifica el paisaje por más huraño que sea, pues aunque sus aguas dulces van pensando en lo que piensan, dejan como por descuido una flor en cada piedra. En mi vida he visto nada como sus manos morenas para alumbrar mi camino con la luz de sus estrellas: La derecha me señala el rumbo de su cabeza. Y el seguro derrotero de su corazón la izquierda. Su presencia es como el vino que, junto a la chimenea, toma el viajero cansado para recobrar sus fuerzas, mientras el viento y la lluvia están llamando a la puerta, como queriendo decirle que en el camino lo esperan. Quiero vivir en un mundo maravilloso que tenga su frente por horizonte y sus ojos por fronteras, sin más noches que la dulce noche de su cabellera, ni más estrella de plata que las de sus manos buenas, soñando mañana y tarde, por única recompensa, con el laurel de su nombre para ceñir mi cabeza, y dando todas las voces musicales de la tierra por una sola palabra de la niña cordobesa. |
Poeta
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