Poemas : La Beatriz |
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En cenicientas tierras, sin verdor, calcinadas,
Como yo me quejase a la Naturaleza, Y el puñal de mi mente, caminando al azar, Fuese afilando lento sobre mi corazón, Una gran nube oscura, de un temporal surgida, Que albergaba una tropa de viciosos demonios, Semejantes a enanos furiosos y crueles. Se volvieron entonces fríamente a mirarme, Y, como viandantes que se asombran de un loco, Los escuché entre sí reír y cuchichear Intercambiando señas y guiños expresivos: -«Contemplemos a gusto a esta caricatura, A esta sombra de Hamlet que su postura imita, Los cabellos al viento, la indecisa mirada. ¿No es en verdad penoso ver a tal vividor, A este pillo, a este vago, a este histrión perezoso, Que, porque representa con arte su papel, Pretende interesar, cantando sus pesares, Al águila y al grillo, al arroyo y las flores, E inclusive a nosotros, autores de esas rúbricas, A voces nos recita sus públicas tiradas?» Hubiera yo podido (alto como los montes Es mi orgullo y domina a diablos y nublados) Apartar simplemente mi soberana testa, Si no hubiera atisbado entre la sucia tropa, ¡Y este crimen no hizo tambalearse al sol! A la reina de mi alma de mirada sin par, Que con ellos reía de mi sombría aflicción, Haciéndoles, de paso, una obscena caricia. |
Poeta
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