Poemas : LUZMARY ETERNA |
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Canción de Amor al Abandono anunciado
Luzmary es blanca y esbelta de espalda larga y cuerpo de Diosa, de piernas carnosas y torneadas caderas. Su rostro de cuna describe al sol y su cabellera de azabache ensortijado enmarca un par de pupilas de agua, centinelas de sus ojos veleidosos Sus manos cual pétalos de seda entretejen la ternura de sus cálidos brazos, y su ombligo esculpido sobre la pampa de su vientre mojado recuerda las fuentes de agua de las plazas antiguas con sus corrientes abiertas, cristalinas y libres ¡Ah vastedad de blancura infinita la de su piel! Sus besos blandos son como el aliento de cada amanecer. Y los hilos de agua con que sus ojos tejen sus lagrimas de alegría Se desvanecen en goterones de miel que exuda su cuerpo de Cibél. Una línea difusa demarca sus labios de cera. Y mientras su alma desenfadada le asoma feliz la ilusión renovada de cada día una sonrisa hilarante y cantarina esconde un mundo infinito de misterios y melancolía. Luzmary era sólo una niña ayer con uniforme de falda y medias largas y sus pechos llegaron de pronto como llega el amanecer. juntos sus senos y sus manos inauguraron sus deseos de apretar, y un poco mas tarde las vidas de fuego que adentro llevaba le enseñaron el difícil arte de seducir sin amar. La inmensa pasión que día a día agigantaba sus pasos en los corredores cerrados de su vida interior, junto al despertar de su epidermis ardiente crearon una mezcla rara de niña angelical con pliegues de mujer sensual, de ángel y diablo, de inocencia párvula y osadía casquivana; de tímida MARIA y seductora MANON LESCAUT. Vivo trasunto de sus apoteósicos sueños y esperanzas urgentes, cargando sólo en su agravio, el reflejo de una atracción envolvente, hacia una adrede inconsciencia y hacia una rebeldía insensata pero exquisita. Y por cuanto fueran igualmente dulces las mieles de la contrariedad y lo desconocido su espíritu debilitaba por lo enrevesado y por lo irracional, por el sentimiento que se disputa en el triángulo amoroso y que jamás se llega a exhibir; lo que hizo que sus relaciones tempranas contaran con mucha pasión y verdadero entusiasmo pero carentes de implícita veracidad y amorosa entrega; costumbre que en sus relaciones con otros en la edad madura le negarían los dividendos de felicidad que producían esas relaciones. Y así se lanzó a la caza de las emociones que le dieran la bienvenida al nuevo día de sus sentidos recién amanecidos. Y para cuando se hubo estrenado en amores su vientre fecundo cambió de lugar, bajo la pretensión inocente, de enamorarse por el vientre y parir por el corazón; pero en vez de preñeces apetecidas solo recibiste pinceladas de pueblos grises y callecitas largas de aquél amante de tu primera primavera y tu primera desilusión. Ya con el alma apretada por los profundos anhelos pariste por fin a tus hijos ansiados envueltos y dormidos en la placenta de tu corazón; pero, debido a la reticencia de tu alma veleidosa permanecía ausente tu otro vientre, el vientre que engendran los amantes del camino con solo regalar una flor; aquellos a quienes la suerte de vez en cuando los besa en la boca y le pegan duro al premio gordo cuando se consiguen en su vía un panal de miel con cabellera de mujer; inspirados sibilinos que dan vida a las fantasías más encantadoras, cuya exaltación de la mujer constituye su más fino y regio desempeño, (dentro de los cuales hube de contarme yo); Trovador de sobre tiempo. Amador irreductible. Peregrino invencible en busca de la eterna sonrisa perdida y la pupila aguada. Inquisidor calibrado de la piel que rojea y se estremece al contacto de unos dedos ávidos en ligera avenida, antesala del placer. Así, anhelante, me aparecí en tu vida y tú, la de los ojos grandes y las pupilas mojadas, la del corazón por vientre y el vientre para el amor no pudiste, ni que hubieses querido, desatender la llamada a esta desconocida clase de pasión. Luzmary prohibida, coqueta y sombría esposa del tedio hija de un crepúsculo y una luna de otros cielos remilgada novia mía con nombre de velero. Camuflada para el éxtasis con la mortaja de sus sueños La confianza desabrigada depositada a tus pies y mi verdad absoluta enarbolando tus sienes fue mi primer tributo pagado a tu sensualidad rodeada de mujer. Mi amor te cercó como un cinturón de garfios y mis sueños buscaron en ti el eco que convierte la voz escotera en pensamiento plural. Mis besos embriagados de ilusión humedecieron tu cuello de cisne y te dejaste llevar, te dejaste llevar como se lleva al cometa un viento solano por fuerte y avezado, por deslumbrante y sugestivo; y cediste a mis encantos, entregándote plena a engalanar mi red, y me enseñaste a leer en el libro de tus besos antes de entregarme tu jardín sin jardinero y me dieses a morder tu fruta de mangle madura. Entonces me bebí de a sorbos lentos todas las aguas de tus flores y todos los afluentes de tu río y cuando arrancaba de tu rosal sus dos últimos botones tu te confundías con mi savia y con mi flema sobre el muro acorazado y protector de mi pecho hirsuto, enlazando decidida tus miedos y reservas en la dureza de mi asta bandera; y en el útero fértil de tus ausencias colocaba esperanzado mi semilla de siglos. ¡Pero ya era tarde! habías vuelto a tu vida de crisálida prisionera ¡Nunca quisiste ser Mariposa! y tu vieja amiga la Mentira rasó su vuelo y excretó sus queresas contaminantes sobre la cara risueña y blanca de la desabrigada y crédula confianza, ¡Decepción angustiosa de la conciencia ignorante! ¡Remordimiento del carbonero por lo que nunca pudo saber! y con menos vergüenza que asco, como si no me diera por enterado, me hice a la mar confiando con tu escapulario de ofertas apetecibles igual como cuando eras muchacha y el sexo prohibido pasó en procesión frente a tu casa ofreciendo dos besos por el precio de uno. Y empezó el hastío y la cruel incertidumbre a tejer sus tapices sombríos. La cruenta parálisis del análisis sus cabos a atar y a sacar sus conclusiones frías. Y las preguntas absurdas obtuvieron respuestas cabales. Imaginé que venías conmigo porque confundí tu aliento con el cálido viento que besaba mi espalda. Pensé que te asías al deseo y me convertí en la máxima expresión externa y real de tu deseo. Creí que te embriagabas y me troqué en espirituoso elíxir. Ansiabas del fuego sus llamas y puse raudo la resina y también la flama. Dijiste que te arrullaban mis poemas y el empalago de mi voz y te dediqué millones de cuartillas bajo el muelle de tu almohada, y bajo el estribo de tu oído coloqué el eco rumoroso de los cuentos del Alma y las historias del Corazón. Para descubrir en el primer rompevelas que me parías hijos de sal y agua que se desvanecían sobre la arena fina del mar. Sueños de humo. Futuro de nubes. Fantasmas vengadores de un viejo tiempo de amores, como si fueras tú el túnel hambriento que todo se lo traga, verdugo sediento de mis lagrimas que todo lo creían Te coroné princesa para obligarme a servirte te hice especial para que me hincaras las sienes con tus caprichos y dislates, y aún así no me era agravio, si con eso te tenía. Tu sabías que tus senos conmigo tristes jamás estarían, y que cuando sacudía el viento ya mi amor te procuraba una enramada. ¡Que importaba si después te ibas! Tú eras el diseño de mi último desamor. Ya mi corazón había madurado tu recuerdo y había hecho los arreglos para mi última melancolía. Y fue tal como sucedió: Una tarde solitaria de un día Domingo, bajo las frondas de una Acacia colorida, me devolvió su corona de Princesa junto a los “te quiero”aburridos que permanecían colgados en su escaparate de lisonjas y cumplidos. Ni la soledad, ni el remordimiento, ni la nostalgia acudieron en mi nombre para estorbarla en su nefasto afán. ¡El abandono estaba consumado! Sólo alcancé a escribir para el final, a manera de epitafio, la elegía que oportuna me ofrecía el gran NERUDA a este amor de una sola vida y de un solo día: “Era esto el abandono y lo sabías era la guerra oscura del corazón y todo era la queja rota de angustias conmovidas y la ebriedad y el deseo, el dejarse ir y era eso mi vida, era eso que el agua de tus ojos llevaba era eso que en el hueco de tus manos cabía” Luzmary ya no es tan bella y esbelta como cuando era muchacha. Su rostro ya no describe al sol es heraldo de la noche. Lleva en su cara huellas de surcos detenidos como campos silvestres sin frutos ni siega. Sus brazos ya no son cálidos, sino fríos y enjutos. Sus carnes firmes, otrora bocado exquisito ya no acompañan a sus muslos redondos y duros. Y sus senos ya no sostienen al tiempo son como las hojas de los árboles en el otoño. Su cuerpo claro se oscurece por las sombras que arroja su irrecuperable tiempo perdido. Sus ojos ya no son grandes, ni veleidosos, ni fijos son rasgados y dormidos y se observan lejanos como los pasos de sus amantes prohibidos, vaivén repetido de las olas que regresan a la triste calma del mar aburrido después del tifón.. Luzmary Eterna Cómo no seguir amándote... FRANCISCO A. BARRETO Bahía de Byscaine, Florida el 28 de Enero del 2004 |
Poeta
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