Poemas de nostalgia : requiem sombrío |
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[/b]REQUIEM SOMBRÍO... (en mis noches de inmensa nostalgia)
La muerte es una dama descalza que me acosa y me persigue Con su ajuar de encaje negro y talle largo. Acecha presurosa mis pasos lerdos Haciendo girondinas sobre mi cabeza atolondrada. Siento su hálito ardiente surrándome detrás de las orejas. El mortecino odór de sus manos seductoras Cuando se posan sobre mis hombros desnudos Me desgarra adentro muy adentro De mis tripas y sus humores. La dama se abalanza sobre mí Apurando mis proyectos detenidos Y en mi reino de sombras Me hace preparar un equipaje ligero Para un viaje tenebroso y sin retorno En el que se lleva ropa sin bolsillos Y se ausentan los zapatos de charol. Para subirme al patético vagón Y rendirme al enigmático emisario Con su peregrina invitación, Se requiere apuntalar La inexorable levedad del ser Y a la insoportable transparencia De la vida cotidiana Vivida sorbo a sorbo Rigurosa examinación final Que moldea este REQUIEM SOMBRIO. Con este talante de levedad A la manera de "Kundera" Trato de deshacer el equipaje innecesario Que me obligó a vivir al ras De la tierra abrasadora. A la vida le perdono: La inclemente prontitud de los eventos Que se sucedieron para brindarme madurez A la vida le perdono: No haberme colocado en el grupo De los que nacen con fortuna, De los que tienen hijos obedientes Y agradecidos, Amigos consecuentes y comprometidos, En el grupo de los que tienen las mujeres Que desean tener, De los que no estudian Y triunfan en la vida. De los que comen lo que quieren Y no sufren de colesterol, Con sus mujeres crédulas y anodinas Que jamás preguntan mucho tu me quieres? A cada rato y cada instante. A la vida le perdono: Haberme enseñado que la soledad es mala Y que el placer exige siempre Una moneda a pagar. Que aquello que tiene cualidad de duradero Sea lo que dure menos. A la vida le perdono: Haberse dejado ver Sólo como un viaje horizontal Desde el nacimiento hasta la muerte. Que el dolor dure más que el placer Y que las situaciones en que debiera predominar la Gracia, el don no merecido sea donde el legalismo controlador escoja para asomar su horrible y fea cabeza. A la vida le perdono: Que sea tan barata y tan distraída Al punto que cualquiera dispone de ella Sin permiso y sin tarifa. A la vida le perdono:-claro que si- Que se extinga apenas uno se muere Y que el concepto de Huérfano Se haya desparramado por doquier. A las mujeres que me amaron les perdono: Haberme dado tanto amor Hasta la medida de malcriarme. Les perdono no haber sido más pacientes En esperar el toque mágico Y más raudas en aborrecer Mi aliento cálido Repleto de flema y confesiones. A las mujeres que me amaron les perdono: No haber separado nunca El afecto de la protección Y que hayan embalado en una sola caja A la querencia y al amor. Pero sobre todo: El no haber entendido a tiempo Que las relaciones NUNCA colmarán la suficiente dosis de fogosidad Y amor romántico porque siempre se querrá mas A mis amigos les perdono: Su falta de bochorno y de vergüenza Cuando valoraron la amistad De forma tan pequeña Como para que cupiera Dentro de una billetera. Les perdono la adulación Con fines premeditados, El juicio apresurado y la sentencia Extemporánea y destemplada A mis amigos les perdono: El permitirme contemplar Sus espaldas relancinas Cuando emprendieron retirada En el momento en que la cercanía Pesaba más que las acciones y palabras. Les perdono no haberme usado más, No haberme comprobado mas En mi servicio comprometido Y no haber creído nunca que podía Por ellos caminar la milla extra Llevando en mis lomos su carga adusta. El no dejarme demostrarles nunca Que sus hijos en mi mesa Derecho tenían de beber conmigo El vino dulce de mis bienes y virtudes, Y a partir conmigo el cotidiano pan Serían siempre dentro de mi entorno bienvenidos. A mí me perdono: No haber pensado nunca Que la vida grata Comenzaba cuando al fin dejamos De pensar que existe una mejor. Me perdono: no haber apreciado a tiempo Lo que ya es, en lugar de ansiar lo que podría ser. El no haber dicho en paz Lo que tengo es suficiente; Tal vez no sería hoy un estafado más Por haberme dejado seducir ladino A escaparme galopante De la inexorable realidad. La dama de negro me constriñe. Me apura con sus guiños Y me convence de aceptar su invitación. Los turíbulos y pebeteros De las pompas funerarias Empiezan a crear una espiral de atribulados pensamientos Por la proximidad de mi partida El ambiente impregnado de fragancia fénica Por el incensario animoso Y el ocre trasnochado de los tulipanes marchitos Invaden mi torrente respiratorio, Y de mi paladar resulta Un asco ácido por el aire aformolado Y cargado de cera derretida. Los candelabros y mecheros Con sus fumarolas lánguidas Bailan una suerte de danza de la muerte Que refleja contra la pared La transitoriedad de la vida desde Este lado de la eternidad. El viaje largo y oscuro A través del valle de sombra de muerte Semeja el curso de un túnel infinito Que resuelve su salida intempestiva Cargado de mucha expectación Y destellante luminosidad. Que habrá mas allá? Cuánto diera por saberlo... Francisco A. Barreto |
Poeta
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