Poemas :  El teatro
Había una pareja al fondo, el escenario era un vestíbulo gris, con paisajes en el mismo tono, puentes, carreteras y un océano dibujado en medio de una pista de baile sin pasos que la marcasen todavía.
Él, no llevaba puesta máscara, vestía un traje negro con las coderas rotas, el pantalón sin bastilla y un puro encendido entre los dedos, su cabello cubría la mitad de sus orejas y ojos, mocasines con punta blanca y un bastón negro. Parecía un pordiosero con clase, o un holgazán que había perdido todo.
Ella, vestido marrón, ojos hinchados que dejaban ver lágrimas pasadas, zapatos negros pegándole al gris de viejos, pantorrillas perfectas, cintura esbelta y unos labios que notificaban un paraíso.
Los actores se acercaron uno del otro, él caminó lento, miedoso, ella lo hizo saltando, sonrió.
Él metió la mano en su bolsillo y ella lo sujetó, caminaron lento por encima del puente y cruzando la carretera, como estrellas fugaces y al mismo tiempo eternas, jugaban con la puesta de sol y tras la salida del brillo de luna, llena y hasta llegar al cuarto menguante, donde se miraron fijo, en el fondo el piano de Chopin dramatizaba la escena, sujetó la mano de ella, lento, tibio y hasta arder. Acercaron sus rostros y un hilo de saliva se despegó de sus labios,sus narices lograron tocarse lo suficiente como para premeditar una eternidad juntos.
Saltaron a la pista de baile, un tango suave mientras ella se deslizaba a través de toda la pista, él extendía su mano sin soltarla jamás, cerca y lejos y el piano sonaba con más fuerza, sus ojos, sus dedos, sus labios, hacían el amor en cada mirada, en cada paso, en cada silencio a gritos que dedicaban, acercaron sus rostros una vez más y ésta vez sus labios lograron juntarse en un para por siempre que duraría hasta que él la soltó al océano en medio de la pista y la escena se volvió negra unos segundos.
Al encender las luces, ella nadaba bajo el océano vuelto lágrimas y él yacía sobre los puentes y las carreteras que alguna vez llevaron sus pasos y sus pasos... quedaron sobre la pista en medio del por siempre y hasta siempre que siempre termina por terminar.
El telón se cierra y el piano se enmudece de a poco, no hay aplausos en un final, no hay nada qué celebrar.
Poeta

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