Prosas poéticas : El desvalijador |
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En la opulencia el engreído reía
se gozaba todo cuanto poseía. ¡Disfrutaba tanto de los resultados! Nadie jamás hubiera imaginado que dentro de esa amplia sonrisa se ocultaba una perversidad indivisa que nunca el rostro mostraba, pero un día cuando se miraba frente a un espejo con forma de prisma se le reflejó la conciencia misma diciéndole- Todo esto logrado, de otra gente lo has copiado; y desapareció de inmediato cuando apenas él, se quitaba los zapatos. Y se asomó una luz… Y todo su esplendor empezaba hacerse poco a poco menor, dejando una sombra sobre su cuello tan densa, que se posesionó de su cabello. Pero él haciendo caso omiso puso oídos sordos en aquel aviso, y continuó gastando sin control la demasía pensando que la necesidad nunca le abarcaría. Y tocó fondo tan profundo, que en la miseria se sintió moribundo. ¡Al fin la abundancia había terminado! Con aquel tesoro acabado se golpeaba bien duro con la realidad. Y fueron aquellos, los que una vez ni quería mirad, quienes le extendieron las manos -los necesitados-, le ayudaban de lo poco que él les había dejado. Otro día saco de su pantalón un cigarrillo y lo compartió con todos en el pasillo, desde entonces, aprendió a sudar cada centavo, entendió que trabajar no es cosa de ser esclavo. Y se curó de la implacable arrogancia por la cual muchos le mantenían distancia. El que fue martillo allá arriba, en donde a todos de nada se priva; ahora és el clavo acá abajo, lo que se gana le cuesta trabajo. Nunca más volvió abordar la guagua engreída que de los pobres se olvida. Juntando la experiencia de abajo y mezclándola con la sabiduría de arriba, habrás logrado la perspectiva para superarte en tu trabajo. Ser martillo o ser clavo es la variante de la vida, se goza en lo alto enseguida, y se aprende estando debajo. Julio Medina 16 de septiembre del 2016 |
Poeta
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