Cuentos : Emilia |
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Emilia…
Este era un valle de ensueño -escondido entre unas pequeñas montañas, que suavizaban las agrestes y escarpadas altas montañas de la oscura cordillera, que se levantaba a lo lejos-, que había sido invadido desde hace unos pocos meses, por una oleada de emigrantes campesinos, que huyendo de las pestes que acompañan a las guerras de conquista, encontraron alborozados ese paradisíaco rincón, para quedarse. Era primavera cuando llegaron y todos aprovecharon las bondades del lugar para levantar una pequeña villa, granjeros y artesanos trabajaron sin descanso, para seguir dando forma a ese singular pueblito pequeño, que enternecía por su organización y diseño... cuidando de todos los detalles que armonicen con la naturaleza, rica y esplendorosa, que les ofrecía de todo: excelente clima, tierra fértil, aire puro, agua en abundancia que irrumpía desde numerosas fuentes, un hermoso lago, riachuelos y un río amplio que se movía corrientoso y alegre por todo el valle describiendo espectaculares sinusoidales, engalanando mucho más el paisaje; en suma un espacio fantástico, que se mostraba seguro, para ver crecer a sus hijos. De todos estos colonos, eligieron una pareja que regresara al otro lado de la cordillera, para traer de lo que fue su pueblo, algunas semillas y animales de granja, para cultivar y cuidarlos en este nuevo lugar al que prometieron, convertir en una comunidad próspera, acogedora y de completa paz; se preparó para ellos, los caballos más fuertes y las carretas más grandes, para que cumplan con su encargo. Adrián y Leonela, era esa pareja, que se preparó para salir de inmediato a cumplir con su tarea, una vez que habían terminado de levantar una hermosa cabaña de madera, en medio de un frondoso bosque de guayacanes en flor, cerca del cual, como un jardín de ensueño, descansaba una pequeña laguna, de cristalinas aguas azuladas, adornadas sus riberas con un sutil encaje de nenúfares, hogar además de una numerosa bandada de patos, cuyos graznidos apenas se escuchaban, entre los sonidos diversos del resto de fauna e insectos del bosque. Acopiaron cuantos alimentos les fue posible y encargaron a la colonia entera, el cuidado de su pequeña Emilia -que contaba con apenas casi 10 años-, quedaba además bajo la responsabilidad y mimos de la abuela materna: Josefa... una dulce y bonachona viejecita que gustaba de leer a su nieta y de prepararle una inimaginable variedad de manjares. En este viaje tendrían la ayuda de Joaquín, el joven hermano de Leonela, que aparte de ayudar incansablemente en todo, era el fiel compañero de juegos de la pequeña Emilia. Las actividades en el acogedor valle, se desenvolvían con mucha alegría y desborde de energía, las ilusiones y planes desbordaban, había mucha expectativa por lo que traerían Adrián y Leonela, para mejorar aún más lo que hasta allí, habían construido y labrado. Pero en medio de ese verano, ocurrió algo muy extraño e inesperado... es que en menos de un día se produjeron dos eclipses, uno de sol, un poco después del mediodía, sumiendo en la penumbra el encantador valle y poco antes del amanecer un eclipse total de luna, el cielo de esa mañana se presentó enrarecido y nuboso, hasta casi entrada la tarde, cuando llegó un maléfico visitante: un viejo dragón que soltaba bocanadas de fuego para rostizar sus víctimas, glotón y malvado... en muy pocos días consiguió aterrorizar a los colonos, algunos los cuales, perecieron al intentar enfrentar al dragón, la mayoría empezó a empacar, optando por emigrar una vez más Aquel malvado dragón, asolaba la región y de a poco iba a terminar con todo lo que sobrevivía… unos cuantos colonos, terminaron emigrando sin rumbo, esperando encontrar otros valles, aunque sean más lejanos; empacaron cuanto pudieron y entre lastimeros adioses, llanto y frustración, abandonaron sus cabañas, lo que les quedaba de sus sembradíos y se alejaron cobijados de las sombras de la noche, es que el dragón, ese malvado dragón, con el atardecer desaparecía, al ponerse el sol, se le veía alejarse hacia las escarpadas montañas, donde probablemente dormía después de saciarse de todo lo que devoraba. Emilia… era una niña que reflejaba mucha ternura, sus facciones de una verdadera muñeca y sus maneras de princesa, daban cuenta de los cuidados que habían tenido sus padres en educarla y formarla desde muy temprano… Adrián y Leonela, además habían cultivado en ella, a un ser muy espiritual, que cautivaba por su dulzura, hasta la naturaleza se sentía feliz de tenerla cerca. Emilia y la abuela Josefa, que habían pasado desapercibidas por su casita en el bosque y porque tenían suficientes víveres, se enteraron de los terribles ataques del dragón, por los amigos que fueron a despedirse, pidiéndoles que abandonen el lugar con ellos… terrible noticia, es que el valle al que habían llegado, había sido gracias a algunas pistas, que había dejado en viejos mapas, el difunto esposo de Josefa, por ese legado y porque era un valle de veras, tan encantador, decidieron quedarse, además debían esperar por Adrián y Leonela que en pocos días más, estarían de regreso. Emilia que se desplazaba con gran facilidad en el bosque, para traer algunas frutas y legumbres sembradas por Leonela, había encontrado un refugio de paz y alegría, en ese paraje exuberante, de la pequeña laguna, en el cual se aposentaban aquella bandada de mansos patos, que alegraban el lugar y acompañaban con sus graznidos la presencia de Emilia. Esos pequeños animalitos percibieron el nerviosismo de Emilia, que estaba enterada de los desmanes del dragón y su peligrosidad; había salido casi en contra de la voluntad de la abuela Josefa, en busca de fruta, pero más para encontrar en ese rincón maravilloso, la paz y consuelo que le hacía falta. Josefa lloraba y se angustiaba por el regreso de su hija, hijo y su yerno, y ante las noticias de los nuevos crímenes del malvado dragón, no había podido conciliar el sueño dos noches enteras… pensando en ello Emilia, no pudo evitar derramar algunas lágrimas en compañía de los patos juguetones; alguna de esas lágrimas rozó una diminuta mariposa, que de súbito, se transformó en una simpática hada, hermosa y apacible, que cautivó y consoló a la pequeña Emilia. Casi sin recibir explicaciones, la dulce hada, convirtió la bandada de juguetones patos en un ejército de temibles águilas harpía, que salieron inmediatamente a dar caza al malvado dragón, terminando con su existencia mientras dormitaba, después del último sanguinario festín, en las agrestes y oscuras montañas. Cuando volvieron, el cielo irisado del atardecer dejaba ver muchas aves formadas, como la bandada de alegres y bulliciosos patos, los compañeros de juegos de Emilia, en el mágico rincón del bosque. La dulce hada acarició la frente de Emilia, que llevó casi en el aire, hasta la cabaña junto a Josefa, a la cual también consoló, animó y luego junto a la chimenea, las dejó en una despedida que fue como un sueño, es que cayeron en un profundo sueño, del cual despertaron para hacer sus actividades normales, en la seguridad de que el malvado dragón no volvería nunca más. La pequeñuela mariposa, volvió a volar traviesa y juguetona, como parte de ese concierto mágico de la naturaleza, junto a la lagunilla de juegos y paz de Emilia. El valle recuperó de inmediato, un esplendor mágico que se veía de lejos, el cielo ya no estaba enrarecido, era límpido y azul, radiante como cuando llegaron allí por primera vez... ese solo hecho, consiguió enviar como mensaje, las buenas nuevas, de que el valle volvía a ser el espacio ensoñador que todos querían... varios de los colonos que estaban alejándose, miraron el cambio de ese especial cielo que les conminaba a retornar, así lo hicieron y con alegría se pusieron a reconstruir sus cabañas. Adrián, Leonela y Joaquín, llegaron en unos pocos días, encontrando la villa recuperándose y una comunidad de amigos, que vivía con más alegría y entusiasmo que cuando habían salido de viaje; la nuevas semillas y los animalitos de corral, completaron ese paisaje mágico, con equella exquisita imagen de la cabaña en el bosque, protegida de una gran cantidad de patitos bulliciosos que jugaban con Emilia y la abuela Josefa, que riendo felices, corrían a su encuentro… |
Poeta
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Una bella obra, clara, con interesante tema, desarrollo armónico, y bien permite mantener la atención agradable. Es un gusto leerlo. Saludos y mi amistad respetuosa le envío.
Ser padres, es per sé una cantera de creatividad y en homenaje a los tantos cuentos no escritos y en los cuáles exploramos la antesala de más sueños, Emilia viene a ser esa deuda de fantasías contadas, que se las debía a mis pollitos...
Gracias por la visita y el comentario siempre constructiva estimado poeta amigo Joel...
que paso con la pagina