Poemas sociales : El Depredador |
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El Depredador, además era niño.
Niño abandonado doblemente; padre y madre le fallaron y allí quedó: con ropa casi piel, debatiéndose inocente en el desamparo y sin guía para crecer. Carencias que jamás debe sufrir nadie, porque ello ante todo es delito y luego desgracia y hasta pecado si lo hay. Sus ocho años, apenas, los vivió discriminado también por la gente y como pudo: un mendrugo aquí, otro allá, alguna misericordia, alguna bondad 'extrasocial' con límite y alguna que otra paliza para obligarlo a mendigar, o por fobia, a manos de esas manos sórdidas y sádicas que de repente saca el mundo. Él oía a las madres llamar a sus hijos a comer. Hijos que no jugaban con él por ser un discriminado. Y aunque tenía amigos de su condición, al ver a estos otros niños especiales entrar a sus casas, sus refugios, sentía hondamente la falta de un hogar. En ocasiones veía televisión a través de alguna de sus ventanas: Veía fracciones del Cartoon Network hasta que lo sorprendían y con caras y gestos furiosos de personajes, padres o niños solían echarlo como a un dibujo animado intruso. Y él, a veces reía de su celeridad de escape de dibujito y otras, lloraba su orfandad. Pero el pequeño Depredador, era un soñador y un día se hizo de cuenta que vivía en la mansión más grande del mundo: Una mansión de cientos de cuadras surtida a discreción y con pasillos como laberinto de oportunidades donde conseguir lo que carecía. Solo debía obtener las llaves de las distintas puertas de la ciudad, o al menos una llave maestra. La obtuvo: una pistola automática que un perseguido de la justicia le obligó a ocultar antes de su captura. Hace un rato la policía acabó con El Depredador, y la mayoría respiró aliviada; ya no más la molesta presencia furtiva del fisgón de televisores ajenos, en suma asaltante de sus negocios y perturbador de sus familias honestamente constituidas. “Bien muerto está”, me comentó alguien del grupo de mirones que me incluía y agregó: “Yo también me crié en la calle y no por eso se me dio por delinquir. Hoy tengo un negocio en el cual me va de maravillas, amparado por mi religión a la que aporto mi diezmo rigurosamente”. ‘Bueno, como mortal que es, algún defecto debía usted tener’, le contesté, y me fui sintiendo el escalofrío de haber sido rozado por el mismísimo aura egoísta de los con dios aparte, por pago. Calle arriba, las sirenas policiales le cantan al pequeño Depredador, al hijo dormido de nuestra indiferencia, el arrorró que nunca tuvo. Safe Creative: 1410112309653 |
Poeta
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"Calle arriba, las sirenas policiales
le cantan al pequeño Depredador,
al hijo dormido de nuestra indiferencia,
el arrorró que nunca tuvo." Más vale vivir plantando cara a la vida, que estar muerto en el presente.Felicidades por el poema.
Acertada reflexión, Joan. Muchas gracias por ella. Mi saludo cordial.
Buena entrega de conciencia social profunda nos has dejado, Juan. El Depredador seguro, acaba de renacer en el cuerpo de otro cachorro abandonado, en ese preciso momento en el que se abate a puro plomo el de la historia. De locos, pero hay cosas que por desgracia nunca cambian. Gran saludo dominguero te mando desde lejos.
Gus
Cosas que no solo no cambian sino que empeoran mi estimado. Un gusto el de tu preciso comentario. Gran saludo dominguero para vos.
Hola Juan, una historia cruda y real que pone al descubierto las verdaderas causas de la delincuencia juvenil, de aquellos que desde siempre fueron tratados peor que animales en manos de sádicos, lo peor de todo es la indiferencia de toda la sociedad que no le exija a sus gobernantes políticas de estado concretas para amparar y educar a todos estos niños que luego se transforman en lo que repudiamos, un llamado a la conciencia colectiva es tu escrito que mas que un poema es "El Manifiesto de el Oriental" un gran gusto pasar saludos
Muchas gracias, Catriel, así es el resultado del desamparo infantil debido a la indiferencia gubernamental y social. Pienso que niños parias albergados a tiempo resultarían buenos hombres el día de mañana, pero al no ser por decreto, la privacidad humana no incluye ese tipo de deber. No justifico la acción depredadora, sino que la denuncio lo más humanamente posible como sentimentalmente denuncio la indiferencia colectiva en la cual me incluyo por 'tradición' pero con el hondo anhelo de remediarla en conjunto. Te mando un cordial saludo.