Textos : EL CUENTO DE LA PIEDRA |
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EL CUENTO DE LA PIEDRA
Era una vez un hombre; él era lo más sabio entre los miles de hombres que componían su sociedad y despresaba aquéllos que no creían en su sabiduría. Por algo, no era muy querido por los demás. Aún así lo respetaban mucho; él conocía las Ciencias, las Matemáticas, la Filosofía y la Historia; enseñaba el arte de los estudios a los más chavitos y difundía la política entre los más viejos, hasta que un día conoció a un chico venido de los alrededores que suplicó por un abrigo y una cena. El sabio le concedió su pedido. Mientras cenaba, el niño le preguntó que hacía un sabio. El hombre contestó: “enseña y aconseja los que no fueron bendecidos con el poder la sabiduría”. El chamaco se mostró fascinado y le pidió que le enseñara todo lo que sabía. El hombre entonces lo educó, pero el niño poco a poco se mostró menos interesado en el aprendizaje. Cierta vez, el sabio le preguntó: “¿qué le pasa? ¿No quieres más aprender?”, al que el niño respondió: “no me estás enseñando nada que ya no supiera. Tú te dices sabio, pero no le veo ninguna sabiduría”. El hombre, ofendido y revuelto, entonces le dijo que le mostrara la verdadera sabiduría y, para su sorpresa, el chavo atrapó una piedra y la entregó a él. Confundido, el hombre preguntó: “¿qué es esto chamaco?”. “Un reloj”, dijo el niño. El hombre se puso sorpresa. “Esto es una piedra” le dijo. “No”, retrucó el niño; “esto es un reloj”. El sabio se le acercó al chico y le devolvió la piedra, diciéndole: “esto es una piedra y punto. Estás loco”. “No, señor; es un reloj. Mira, hasta mide las horas: son cuarto para las dos”. El sabio miró a su reloj y, de facto, eran cuarto para las dos. El chamaco insistió: “si esto fuera una piedra, no mediría las horas, ¿verdad?”. Muy revuelto, el hombre atrapó de nuevo a la piedra y la miró de cima a bajo, no viendo nada más que su superficie gris y dura, cómo de todas las otras piedras. La lanzó lejos indignado y, volteándose al niño, clamó: “¿cómo puedes ver un reloj en una piedra?”. El chico entonces sonrió y le dijo, muchísimo tranquilo: “aquel es un reloj, señor, y no una piedra. Pero esto…” atrapó a otra piedra “… esto sí es una piedra. Y muy pesada”. “La sabiduría no se aplica en conocer de Matemáticas, Ciencias o Filosofía. El más sabio es aquél que reconoce en una piedra un reloj o en el mar el cielo, y aquél que es capaz de verlo aunque todos a su alrededor vean solamente la piedra o solamente el mar”. Y cómo vino, el chamaco se fue. Hoy, este hombre no es considerado más el sabio, y sí el loco, porque toda vez que quiere consultar las horas atrapa a una piedra y la mira de cima a bajo para después arrojarla de nuevo al piso y seguir caminando. Anna Carolina Rizzon |
Poeta
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