Textos :  Fantasía en Rojo y Negro.
Fantasía en Rojo y Negro.

La armadura del Emperador era roja y negra. Las armaduras de sus subordinados también. En el amplio salón del palacio había una jaula con cuervos y una jaula con cardenalitos. Alimentaban a los cuervos con carne humana. Y un gran acuario con peces rojos y negros se veía al fondo del trono de hierro del emperador. La emperatriz acompañaba a su esposo en los actos importantes. Llevaba siempre un Kimono negro y rojo, y unas adelfas rojas en el cabello recogido con una gran peineta negra en forma de mariposa. Había un biombo con un dragón negro de uñas rojas, devoraba marineros negros de esbeltísimas figuras y tenía los ojos amarillos con las pupilas rojas. Y varias orquídeas negras y amarillas adornaban jarrones rojos. Los músicos del emperador también vestían de rojo y de negro, tocaban flautas, cítaras, arpas y armonios de color rojo, y la música se asomaba a laberintos y a negras profundidades acrisoladas. El campesino llegó hasta la estancia del emperador y expuso su caso, pedía justicia, el emperador lo escuchó mientras sonaba el címbalo negro de un músico, cuando terminó de hablar se hizo un silencio profundamente rojo. Un cardenalito gorjeó una débil musiquilla indiscretamente y un cuervo hambriento graznó con violencia escarlata. El emperador dejó caer un pañuelo negro al suelo y el címbalo arpegió una nota de cuerda punzante, y varios samuráis, de vestidos rojos y negros, se abalanzaron sobre el campesino, el campesino intentó defenderse pero el rojinegro cangrejo lo tenía bien sujeto en el suelo, el emperador dejó caer un pañuelo rojo sobre su trono de hierro negro, una vela se apagó y otro cardenalito rojo pió con insolencia, graznó otro cuervo hambriento, un samurai arrancó un ojo del campesino. El ojo rodó por el suelo en una raya de sangre roja, y otro samurai lo recogió en un vaso de cristal. El címbalo arpegió una nueva nota de azúcar bellísima. Se había hecho justicia. El chambelán del emperador, vestido de negro y rojo, agitó una banderita pequeña y los samuráis arrastraron al campesino herido fuera del salón del palacio. La sangre del ojo arrancado manchaba una loseta negra, una limpiadora que se arrastraba por el suelo para no tener la cabeza más alta que la del Emperador la limpió, el cubo de agua fresca llevaba grabado en el cinc un dragón con los ojos de rubíes. Un samurai dió de comer el ojo del campesino a los grajos, los cuervos lo devoraron rápidamente, revoloteaban los cardenalitos rojos en su jaula de oro, y los cuervos también se agitaban con rencor y hambre, los peces negros y rojos en su acuario se ahogaban dando besos y más besos redondos con sus labios glotones. Los músicos tocaban extasiados, surgían mariposas negras y rojas que volaban sobre profundidades llenas de llamaradas negras. El chambelán agitó su banderita triangular y el embajador de Persia llegó al salón del palacio. Iba con tres soldados árabes negrísimos. Y los músicos dejaron de tocar. Llevaba el persa un gran cofre portado por cuatro esclavos rubios, lo abrió y estaba el cofre lleno de rubíes que brillaban como carbones encendidos, lo vació sobre la estancia. Los cardenalitos se agitaban y los cuervos graznaron con desagrado. El emperador dejó caer un pañuelo rojo al suelo, y los guerreros samuráis se abalanzaron sobre los emisarios, el embajador persa gritó “guerra” y alzó su alfanje curvo, pero los samuráis lo apuñalaron. Llevaba el embajador persa un traje de plata blanco que se tiñó de amapolas irritadas. Cuando caía al suelo un músico espantado arañó una cuerda de su címbalo y otro cuervo graznó. La Emperatriz suspiró y derramó una lagrimilla por la belleza del Persa muerto.
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Francisco Antonio Ruiz Caballero.
Poeta

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