Cuentos : Confesión gramínea |
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CONFESIÓN GRAMÍNEA
El suelo es hondo y húmedo, tendrá que alimentarme y vestirme, aunque por ahora no sé si es de noche o de mañana, ni si soy un sueño de un futuro inexistente, insisto, e insisto en la orilla de la sequía que corta el agua en el cautiverio de la vida, con empeño admirable, y más duro de esta cáscara, abrigo sin tregua, en una metamorfosis continua que recupera mis caras anteriores, ignoradas en la corrupción confusa de los lugares dónde caduca. Es como la voz del paisaje subterráneo donde la vida y la muerte se hermanan, dónde se adelgazan los trinos a contraluz de una fuerza comprimida. El cosmos aparece como un inmenso árbol, infinito, entre los promontorios de luz y sombras fusionadas, como el... divino ideograma vertical que crece y decrece de la raíz a la hoja inagotable...¡Vida qué se regenera al infinito!. Siento, de eso estoy seguro, pienso, creo ser el receptáculo de la ignorancia fértil, alguna vez, astro, pájaro, serpiente arcaica, sin tener la pretensión de agotar todo el acto esencial de la renovación del universo en su actualización creativa, yo, ¡Sí, yo!. Un simple germen en el corazón de una semilla. Me lo han dicho unos acuáticos recuerdos abrigados por el viento. Pues he perdido la memoria de mis muertes dónde ardientes bajaron los otoños en los cómplices inviernos, viajeros agitados por los siglos. Y ahí por dónde el desierto abrasador espera la frescura de la soledad obscura. El hecho que ahora lo cuente (de alguna forma es confesión), me lacera, me deforma la insignificancia en el curso privilegiado de intuir tantas mutaciones y estragos dónde anida la última realidad... Aunque estando ausente haya buscado callado la intimidad de las ilusiones presentes, el pecho virginal del decoro honroso de la humanidad preocupada de sí misma...Pero el suelo aquí es árido, cemento, metal, granito, ambiciones injustas, desmedidas muecas de los huecos abundantes, nada puede germinar ni cultivarse, la misma sangre enramada tiene el corazón de plomo y mete toda consciencia en un molino que taladra el cielo. Es el misterio que evidencia mi más absoluta ignorancia, el insigne fracaso ignoto. Es... Es... La misma síntesis del misterio agrario y funerario de Odín. Es... El espacio-tiempo dónde nos reunimos vivos y difuntos. Extremos dónde la hierogamia se verifica, en el gesto primordial. ¡En el acto genésico ilimitado!. El suelo aún ahora, conserva el color de un sol forastero dónde fluyen bifurcándose corredores más angostos, y sin duda escribe al margen más páginas que fueron rotas, acribilladas, acuchilladas, y ocultadas en la red de las serpientes horrorizadas en los extravagantes edificios del engaño, en todo ese vacuo majo con la fruslería de los micrófonos, por encamisar pasmadas a las calles, desvaído el colapso atribulado. Las campanas lo confirman, los féretros los resguardan, y el olvido está en las cosechas del desconsuelo desnudo, en el claro testimonio del fracaso. ¿Qué hacer, cómo, cuándo?. Lo confiesa el aire, el fuego, el agua, y ahora este suelo no aligera el paso, ni en el camino más peregrino de las pupilas perdidas, ni en los fúlgidos reflejos sin atavío en la pulpa hechida de las pesadillas de dulces venenos que beben la brisa de sombras como un licor suave. ¿Qué hacer, cómo, cuándo?. Repiten los cristales fugitivos, la túnica sin fe ni flores despiadadas, plásticos vasallajes vehementes con la frescura inmóvil dirigiendo el vuelo del nido en ruinas, y repiten y repiten. Las mismas preguntas hasta el cansancio. Siento, pienso, creo hacerlo, aunque lo dude... Y me digo... Imposible saberlo a partir de un sólo grano, y mucho menos si andamos perdidos por el mundo, más qué anónimos, y mucho menos ignorando los altos designios qué deben ser cumplidos por alguien, y haciendo mofa de los árboles abundando en analogías inservibles, y en escrúpulos versátiles intactos. Mi propósito no ha sido contarles todo lo qué después será ignorado, olvidado, cercado en una fracción del campo, cómo el árbol qué a destiempo debió considerarse feliz. ¡Porqué no es cierto!. Aunque hay cuentos que no son prisiones obscuras al entendimiento, que tienen su verdad de porcelana que invade la ilusión más verosímil. ¡Vaya si no!. En todas partes se sabe qué ninguna semilla fructifica sin el suelo idóneo. Mucho menos, yo. ¡Yo qué aún no he sido!. Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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Poeta
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Bella, gigantgesca historia de la diminuta semilla, Joel. Un gran saludo. Gus
Gus: Salud !. Con agrado recibo su comentario y el saber de su atención a estas letras. Saludos y amistad reciba.
amigo Joel, ¡¡Mis aplausos a tu excelente trabajo!! gracias por compartirlo. saludos
Don Julio Medina: Grato es leer sus comentarios amables, y le envío amistad y respeto.
Definitivamente, nada germina si no es en un buen suelo.
Excelente relato-cuento, espectativo de principio a fin.
Saludos, como siempre reciba mi respeto y amistad sincera, en un gran abrazo.
Claudia Alhelí Castillo
Claudia: Saludos y gracias por su atención y fina cortesía. Recibo con agrado su presencia en su amable comentario. Le envío saludos y amistad.
excelente, muy bello y reflexivo, me ha encantado pasar a leer y a disfrutar de su producción literaria, que tenga buenas noches.
RS17: Gracias de su tiempo y lectura, con agrado recibo su presencia en sus comentarios amables. Le envío saludos.