Cuentos : Inconsciencia circulante |
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INCONSCIENCIA CIRCULANTE
Solo el pasado viene delante. Es el azul frío en los corredores del bosque el que muda las hojas de ojos alados. ¿Quién duda del rojo del llanto y del blando diamante esponjoso?. Del perfume y de la luz sepultados en la dura ley del tiempo bajo la tierra con la ardiente flor sangrante hecha solo de ausencias permanentes bajo las sábanas mortuorias hermanas del más allá sombrío. Porqué desde el aire se abren las puertas rechazando el agua que dibuja sus olorosas lágrimas qué desgarran el silencio pálido en la frente con sus nuevos procedimientos expresivos. Pensaba y decía: Anteayer nadie esperaba morirse pensando vivir en esa mínima realidad torcida que tejía caminando los intentos ficticios qué también surgen del espacio soñado en la forma más amplia como un acto de ruptura sin limitación. Cuando el descuido acecha cualquier atención despeinada, y en la memoria derramado el olvido cansado de apatía entre las brumas y mortales estertores. Afuera el calor a sábado golpeaba la casa sin mostrar ninguna impaciencia en el libro de registro de huéspedes de manera que había oportunidad de hacer grandes cosas con la frescura de esa estupenda ocasión. Se quedó pensando un largo rato. No se oía ni una mosca. Desmontó la nube y la quitó del cuadro con un trozo de lápiz. Simplemente se había cansado de estar inclinando la cabeza en los ascensores, y pasillos de la carrera de atropellos, sintiéndose como un marginado hundido. Y allí se quedó, mirando al suelo subir por las paredes con los ojos encendidos, con las plantas secándose al sol acuosas. Luego el techo se burlaba de él porqué no asentía ni comprendía. Recordó también que aquel año había gritado más que de costumbre, hablando de inseguridad, y que lo habían ignorado demasiado. Unos hombres que estaban en el patio saltaron a una fuente, y lo alcanzaron y sacaron cuando ya había decorado mucho vapor; lo llevaron a la montaña. Estuvo unos meses en silla de ruedas. Además de morirse un poco entre las piedras estoicas por la vejez de los pueblos con las huellas de los fantasmas y truenos. Algo giraba en su cerebro perdido, y la memoria era una hoja blanca qué de pronto desaparecía para luego surgir, del otro lado, recubierta de ilusiones indiferentes con soles empapados de noches arrastrados de amarguras en el mar de una patria vacía dónde aún hoy se aproximan las miradas catastróficas. Delante, el pasado languidecía, y luego moría naturalmente, sin saberlo y sin quererlo. Esta vez, el mismo se había conseguido un regenerado sufrimiento, el que sabiendo como iban las cosas soportaba otra dura y apremiante prueba. Era una extraña escalera cubierta de una fina película de olvido, dentro, se veía una enorme habitación que a continuación se cierra entre las caricias solitarias y el dolor de la voz de amargos densos con el aluminio del viento. ¿Inconsciencia, agonía perenne, fracaso?. Circular por la vida y la muerte, con el rubor en los dientes del suelo y los peces adorando unos caballos se encontraban las orugas entrelazadas a lo lejos con los blancos alaridos de las noches en el viento equivocado de la nieve... Pensaba y soñaba. ¡Tal vez no!. ¿Quién podría saberlo?. Levantó las cortinas, y la mañana se había esfumado llevándose la noche y su recuerdo. Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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Poeta
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