Cuentos : El primer sentido |
|
---|---|
EL PRIMER SENTIDO
Ahí está, en la montaña más alta, corre de arriba abajo, da vuelta manteniendo el mismo propósito si lo alcanza con un gancho, todos los días que puede, de acuerdo como son las cosas, por el peso de la música, y la cama de la noche más profunda, cuando suenan los silbatos y pelean con el suelo sus zapatos. Todo había andado tan bien desde la separación de los colores, instalados en los pesares, y el fastidio del plumaje esponjado, con el hecho de acostarse desmantelando una sobremesa, lo más alejado de la espalda desnuda. En el cuarto de paredes ásperas, con cuadros pálidos del viejo campo, estaba su sombra con los ojos cerrados por la nueva penumbra. La noche caía y se levantaba temblorosa, húmeda y tibia. Pero esta deseaba consumirse la noche completa cansada la tarde, como un pétalo seco de la flor que se niega a que caiga de la piel, que muda el alma activa y febrilmente. Por el primer sentido. ¡Vaya mirada!. Párpados y penetrantes pestañas. Porque un cambio, te hace querer otros. Lo pensaba y lo sabía, como si fuera un ajuste telescópico automático, donde se tiene el control de la estabilidad cambiante y continua. ¡Vaya ceguera iluminada!. Especialmente al satisfacer la curiosidad donde se transforma la realidad, como parte de una misión. Benévola, apacible, edulcorada sin desencajar. ¡Sí, a primera vista!. Como el reflejo de trascendencia pulsátil que recorre los recuerdos y los aromas, las dificultades y el desafío, al estimar el valor real, internado cientos de metros dentro de una cueva inundada mucho antes de lo que suele pensarse. Vida que cambia en un instante y se esfuma. El primer sentido. Así es que vamos al grano apoyando y estimulando al sol para que salga, en todas las épocas fabricando infatigable las toneladas de siglos y los trenes, de nubes ovaladas y altas, con las palmas azules, flotando en el cielo separado por barreras sobreponiéndose y venciendo la timidez. Y ya liberado de la consciencia de sí mismo, unirse al color y la forma, sentir la textura y el volumen, la perspectiva de convertirse en esta misma cosa observada, vivida desde el fondo, entre fructuoso y avenencia, amalgamados, percepción y esencia, en esa laboriosidad diligente cada vez más escasa. Encontrarse más allá del dolor, escapando se sus limitaciones y descubrir la misma esencia bajo la piel del alma. ¡Solo frente a sí mismo!. Tanto como aquéllo que también existe bajo un grano de arena, en cada hoja que se seca, en lo que aparece incomprensible por su imposibilidad aparente. Pues. ¿Cómo si no?. Con el pensamiento resultado lineal del tiempo del pasado al futuro en incontables presentes, fruto del recuerdo en la memoria. ¿Acaso puede alguien captar lo eterno, lo que no tiene medida más allá del espacio?. Y como hacerlo sin estar abierto, receptivo cruzando el cielo nublado del sentido primero y abarcarlo, contemplarlo, entrando y siendo consciente de ello. Y en él. ¡Sí, en él!. El sentido primero. Porque luchando, luchando sin tregua la muerte parece ser la única salvación. ¡Vaya quimera del humo y la ceniza!. La salvación suspendida del tiempo, buscando impaciente lo que no lo tiene, por lo que al mismo deleite estruja, arrodillando a la vergüenza en un hueco quisquilloso justo autómata por él, el trueno estremecido cabizbajo escurriéndose al después presuroso en la escalera hacia el cielo castigado por los años, hendiduras grises de imágenes carniceras, entre el desencanto de la nada que se alarga tendida, y flota muy sensible a los sonidos, los olores, los gustos, de la rigidez y la indolencia echados a perder como nunca en la balanza que viaja conservando la calma de la curvatura de unos meses demasiado propensos al fastidio de los cometas extraviados. Perdido, perdido, el sentido primero. Evadiéndolo, sin vivirlo y encontrando su realidad más íntima perdida. Y, si no, ¿cómo llegar a lo que no tiene límites, a lo inefable, al repliegue mismo del egoísmo en la concordia quejumbrosa?. Y por entre las ingratas risas apagadas, florecientes campanadas, en la espalda adormilada ascendiendo como lirios de caligrafía esmerada, en la tabla del plumaje esponjado por la misma vanidad, como la fiel postal del sueldo escaso, con las suelas de las fajas a medianoche, en la situación de los extremos fusionados en la dicha deshecha de la íntimas urgencias. Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
|
Poeta
|