Textos : JACINTO Y LAS MUJERES |
|
---|---|
JACINTO Y LAS MUJERES.
(Historia real) Roberto y Carlota, un par de enamorados que se casaron después de un largo noviazgo, ellos vivían en un pueblo pequeño, pintoresco, bonito y tranquilo; eran propietarios del único mercado del pueblo, que abastecía a la comunidad, este negocio se encontraba situado frente al zócalo y la iglesia principal, del lugar. Carlota, quedo embarazada después de un año, de haber contraído nupcias, pasó el tiempo y al cabo de nueve meses, ella empieza con los dolores de parto, Roberto el esposo sale en busca de Rosario, la experimentada partera del pueblo; siendo pues Carlota auxiliada por ella, y haciendo la partera lo debido, les dice: ya viene, otro esfuerzo más Carlota y das a luz, Rosario les anuncia, que es un hermoso varoncito, el cual recibe en sus manos, y Roberto orgulloso y feliz abraza y besa a su esposa. Rosario la partera, les pregunta ¿Qué nombre le van a poner? , y Roberto lleno de felicidad le contesta: por ser el primogénito se llamara, Jacinto como mi padre. Al correr de los años Jacinto crece, y pronto asiste a la escuela, la única que existía en la zona; a los pocos años llegan a la familia, unas lindas gemelitas, Cristina y Susana. A Roberto le iba magnifico económicamente, tanto que tuvo la necesidad de hacer un segundo negocio, pues la población también había crecido, y así lo exigía. Jacinto, crecía día con día, era un niño con simpatía, nunca se enfermaba era fuerte como un roble, y además muy aplicado en la escuela, por las tardes después de cumplir con sus tareas escolares, le ayudaba a su padre en los mercados, pues era muy inteligente. El tiempo pasó muy de prisa y Jacinto, estaba cumpliendo sus dieciocho años de vida, entonces empieza a enamorarse, porque eso sí, le fascinaban las muchachas; sus hermanas se habían ido a estudiar a la Capital, y Jacinto se quedó para estar siempre pendiente de sus padres, pues tenía la certeza, que él era quien se quedaría al frente de los negocios algún día, cuando su padre faltara, y así se lo había hecho saber Roberto. En aquellos mercados vendían de todo, hasta petróleo, tal vez para las estufas y los quinqués para aluzarse, como era un pueblo olvidado y alejado de todo, aunque crecía en habitantes, estaba muy lejos de ser urbanizado. Un día a Jacinto, le empezó a doler la cabeza, y no sabía qué hacer, porque nunca había experimentado ese dolor, entonces llego una persona al mercado y le pidió un litro de petróleo, y para servirlo había que extraerlo con una manguerita la cual primero succionaba con la boca, pero sin querer se le fue un sorbo del combustible, y al instante como magia, desapareció el dolor de cabeza, y no lo podía creer, nunca le hizo saber a nadie lo ocurrido y después de lo sucedido, cada vez que le llegaba a doler algo, solo tomaba un sorbo de petróleo, y santo remedio. Y así pasaron sus días y años, sus hermanas Cristina y Susana, regresaron ya grandes de la Capital habiendo terminado sus estudios, al poco tiempo, ellas se casaron y formaron sus propias familias. Jacinto jamás se casó, era un “Don Juan” le fascinaban las mujeres, lo enloquecían dejaba y daba todo por ellas. Pero como nada es para siempre, Roberto su padre fallece, y al poco tiempo, Carlota su madre, cae en cama triste y enferma, y no tuvo más remedio que hacerse responsable de los negocios y la enfermedad de su madre, ella le dijo a su hijo, mira Jacinto yo también al igual que tu padre, voy a morir y no quisiera que te quedaras solo, necesitas casarte, formar una familia, y el para que la madre se quedara en paz, le dijo qué así lo haría; no sabiendo que Jacinto no era hombre de una sola mujer. Su madre solo duro cuatro meses, de la enfermedad que la aquejaba, y murió. Jacinto sigue apasionado, haciendo de las suyas, las mujeres lo seguían y lo asediaban, y el entre más edad, menos pensaba en asentar cabeza. Y el paso inexorable de los años, lo iban mermando, entonces su salud empezó a quebrantarse, pero ya sabía cómo reponerse, solo un sorbo de petróleo y listo. Sus hermanas le decían: Jacinto, pórtate bien en el pueblo dicen que te han salido hijos por todos lados, y el respondía pues a mí nada me han dicho, ustedes porque son metiches y les gusta el chisme, él le decía a sus hermanas, ustedes dedíquense a su casa y a sus hijos, y a mí, déjenme en paz. Jacinto pasó mayor parte de su vida trabajando mucho, tenía su buen capital, nunca le faltó el dinero porque además, era el prestamista del pueblo, aunque se dedicó a gastarlo con las mujeres y por las mujeres, daba todo; pero empezó su calvario cuando ellas mismas, le anunciaban la llegada de cada uno de los hijos, los cuales Jacinto, fue reconociendo, pues no le quedaba más remedio, los hijos crecieron, y aceptaron su hermandad entre sí como adultos, muchos se casaron y tuvieron descendencia, otros no, tenia de todo; sabían que cualquier obstáculo que se presentara, estaba Jacinto para hacerle frente a los problemas. En un cumpleaños de Jacinto, los hijos y nietos, decidieron festejárselo, hicieron una gran fiesta, que parecía una verbena, con música, puestos de comidas típicas de la región, fuegos pirotécnicos en fin, fue una gran tarde noche para Jacinto y toda su enorme descendencia, aunque las mujeres del cumpleañero, que eran demasiadas, no se presentaron a la grandiosa fiesta, pues no se podían ver entre ellas. Jacinto ya contaba con noventa y dos años de edad, y aun conquisto a Alicia, una muchacha de treinta años y extranjera, que llego al pueblo en un grupo de campaña, que el Gobierno de la Capital había enviado al lugar para su urbanización, esta mujer fumaba como chimenea, Alicia era muy criticada por sus compañeros de trabajo, le decían: como tu siendo una mujer tan joven, andas con un anciano, y ella decía que le gustaba el trato que Jacinto le daba, que además nunca escatimaba en obsequios, y que eso la hacía muy feliz. Una mañana se levantó Jacinto, y se sintió indispuesto, tenía una espantosa cefalea, opto por llamar a sus hermanas y les dijo: me siento realmente mal, tengo como un presentimiento, como si algo fatal fuera a sucederme, cuando Cristina y Susana trataron de calmarlo, le dicen: mira Jacinto, no tienes nada, es solo tanto trabajo, o tal vez la edad, ya eres una persona de edad avanzada y aunado a la preocupación que tienes, porque ha de ser muy complejo, el tener una descendencia de treinta y siete, entre hijos y nietos; y Jacinto le decía a sus hermanas: pues si soy mayor, pero todavía me siento fuerte y joven. Y esa misma mañana se fue Jacinto al trabajo, como era su costumbre, cuando a medio día llego la novia, que además de fumadora le gustaba mucho el dinero, ella le preguntó a la empleada del mercado por Jacinto, la misma que fue a la trastienda a llamarlo, pero el antes de salir a recibirla, se hecho el acostumbrado sorbo de petróleo, porque sabía que como siempre, eso le quitaría el malestar, sin darse cuenta que se le había derramado un poco de combustible en la ropa, cuando el de pronto se acerca , a Alicia para saludarla, ella traía consigo el cigarro que acababa de prender, y aun traía el cerillo ardiendo en la mano, el pobre de Jacinto al acercarse, se le encendió la ropa como yesca y en segundos parecía una antorcha, ella en lo que pedía auxilio, Jacinto termino en cenizas, el destino le había cobrado la factura, de una vida desordenada e irresponsable. AUTORA: Mónica Lourdes Avilés Sánchez. Derechos Reservados. Febrero del 2013 |
Poeta
|
Ahhh pobre Jacinto!!
Excelente historia, aunque con un final trágico.
Maravillosamente redactada, felicidades.
Saludos amiga, un abrazo.
Claudia Alhelí Castillo
amiga, triste el final de Jacinto, interesante historia con un mensaje para todas las edades,si no eres organizado en tu vida de nada vale la opulencia que tengas, saludos
Un historia con excelente didáctica y diáfana redacción. Un gusto leerla. Saludos.
Historia-Milagro,
Buena historia, interesante final. La biblia dice que los seres humanos, vivimos hasta los 70s,y los mas Fuertes hasta los 80s. La unica falta que sufrio Jacinto, tal vez, fue nunca conocer el verdadero amor. Murio a los 92? Que fuera ese nuestro destino despues de tanto desarreglo. Pero la historia maravillosamente escrita.